"¡Siervo Mío, que Me recuerdas mientras estás sentado! Llegará un Día, un Día tan terrible que todos los Profetas caerán de rodillas, pensando solamente en sí mismos mientras gritan: ‘¡Nosotros, nosotros!’ Oh siervo Mío, tú que me recuerdas mientras estás sentado allí, Yo no te olvidaré en ese Día. Te concederé Mi perdón, te cobijaré a la sombra de Mi Trono, te daré Mi Paraíso y te alojaré al lado de Mi Elegido”.
Se nos dice que Allah se dirigirá a los creyentes que lo recuerdan mientras están acostados, con estas palabras: “¡Siervo Mío, tú que Me recuerdas mientras estás acostado! No está lejos el momento en que te acostarán de costado en la tumba. Te abandonarán sin aquellos que amas. Te sacarán de tu blando colchón y te acostarán sobre la dura tierra. Desde una casa próspera, te mudarán a un agujero desolado. Desde tu hogar tan brillante, te llevarán a un sitio de oscuridad. Desde una casa libre de serpientes, ciempiés, escorpiones y arañas, te llevarán a un sitio donde abundan esas criaturas.
¡Oh Siervo Mío, tú que Me recuerdas mientras yaces sobre tu costado! Yo no te olvidaré cuando estés yaciendo en ese nido de serpientes y ciempiés, oscuro y solitario. Ese nido desolado, la tumba que es el “cajón de los actos”, Yo la transformaré en un lecho de rosas, un jardín de jacintos; la convertiré en un Jardín del Paraíso y allí no te sentirás solo, porque te enviaré huríes y asistentes para servirte”.
Las recompensas que obtienen aquellos que recuerdan a Allah no se limitan al Más Allá. Prosperan y alcanzan la felicidad en este mundo también. En vez de pena, sus corazones están llenos de alegría. Su pesar se convierte en gozo. Resuelven sus problemas, obtienen sus deseos y alcanzan sus objetivos. Aquellos que dicen “Allah” nunca se decepcionan.
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